Descripción
Bandera de Cuenca disponible en tejido Poliéster 100%, microperforado, de varias medidas desde 015×025 cm a 150×300 cm y de alta calidad. Especialmente indicada para utilización exterior.
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* El diseño definitivo puede diferir ligeramente del mostrado en la imagen. Las banderas se suministran sin mástil.
Banderas de Cuenca (España)
Cuenca
Ayuntamiento de España y Urbe
Bandera
Cuenca
Localización de Cuenca en España.
Cuenca
Localización de Cuenca en la provincia de Cuenca.
País España
• Com. autónoma Castilla-La Mancha
• Provincia Cuenca
• Región Serranía Media
Localización 40°04?18?N 2°08?06?OCoordenadas: 40°04?18?N 2°08?06?O
• Altitud novecientos noventa y siete msnm
(mín.:869, máx.:1864)
• Distancias ciento sesenta y uno km a la capital española
ciento ochenta y dos km a Toledo
ciento cuarenta y cuatro km a Albacete
doscientos dieciocho km a Valencia
Superficie novecientos once con seis km²
Fundación siglo VIII
Población cincuenta y 5 mil cuatrocientos veintiocho hab. (dos mil quince)
• Densidad sesenta y uno con dieciocho hab./km²
Gentilicio conquense
Apartado de correos dieciseis mil
Pref. telefónico novecientos sesenta y nueve
Regidor (dos mil quince) Ángel Mariscal (Partido Popular)
Hermanada con Cuenca (Ecuador)
L’Aquila (Italia)
Plasencia (España)
Ronda (España)
Paju (Corea del S.)
Patrón San Julián
Patrona Nuestra Señora de la Luz
Sitio Municipio de Cuenca
Cuenca es un ayuntamiento de España perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha y una urbe, capital de la provincia homónima. Está ubicada algo al norte del centro geográfico de la provincia, a una altitud media de novecientos cuarenta y seis msnm y su extenso término municipal, de noventa y mil ciento seis km² es uno de los mayores de España. El ayuntamiento contaba con una población censada de cincuenta y 5 y cuatrocientos veintiocho habitantes en dos mil quince (Instituto Nacional de Estadística).
Si bien en los aledaños de la urbe se tiene perseverancia de población desde el Paleolítico Superior, no es hasta la conquista musulmana cuando se edifica la fortaleza de Q?nka, que dio origen a la urbe actual. Esta se contaba, en origen, entre las otras tantas de la cora de Santaver (Ercávica), mas fue ganando relevancia poco a poco. El rey cristiano Alfonso VIII la conquistó en mil ciento setenta y siete y le dio el Fuero de Cuenca, uno de los más reputados de la historia de Castilla. Su economía se centró en la industria textil, de gran renombre a lo largo de los siglos XV y XVI, lo que generó una enorme actividad edificante. No obstante, la pañería se hundió en el siglo XVII, acarreando una radical pérdida de población, que fue recuperándose a lo largo del siglo siguiente. En mil ochocientos treinta y tres se transformó en la capital de la nueva provincia de Cuenca, si bien las agitaciones del periodo hicieron que la urbe se sostuviera en estado precario hasta bien entrado el siglo veinte. En nuestros días, la economía se centra sobre todo en el turismo, potenciado desde el instante en que en mil novecientos noventa y seis su casco viejo fuera declarado Patrimonio de la Humanidad.
Cuenca conserva un esencial patrimonio histórico y arquitectónico, que se extiende por toda la urbe vieja, si bien centrado en edificios como la Catedral o bien las Casas Colgadas, que se han transformado en el símbolo de la urbe. Se caracteriza asimismo por tener un buen número de museos (más de diez) en el reducido espacio de la urbe vieja. Entre ellos resaltan el Museo de Arte Abstracto De España, el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha y el Museo de Cuenca. Entre los primordiales acontecimientos culturales se hallan la Semana Santa y la Semana de Música Religiosa.
Toponimia
El topónimo Cuenca deriva del árabe ????? (Q?nkatu). En origen aplicado solo a la alcazaba, ubicada donde el día de hoy se levantan los restos del castillo, y más tarde extendido al conjunto de la urbe.
Símbolos
Escudo
El escudo de Cuenca se describe heráldicamente de la próxima manera: En un campo de gules (colorado), un cáliz de oro sumado de una estrella de 8 puntas de plata. Al timbre corona real vieja, abierta, compuesta por un círculo de oro engarzado de piedras bellas que mantiene 8 florones, perceptibles 5, interpolado de perlas. De forma tradicional, se ha explicado esta composición suponiendo que estas fuesen las armas entregadas por Alfonso VIII a la urbe, significando el colorado la sangre que acarreó la toma de la urbe, la estrella por haber empezado el lugar el día de la Epifanía y el cáliz por haberse consumado este el día de San Mateo. Sin embargo, la investigación heráldica ha confirmado que, en una primera etapa, el cáliz no sería tal sino más bien un cuenco, arma parlante de Cuenca cuando menos desde tiempos de Alfonso X. En tiempos de los Reyes Católicos, se extiende la costumbre de alterar los distintivos tradicionales por otros más ornamentados, con lo que el cuenco se convierte en cáliz. La estrella tal vez tenga su origen en el distintivo del reino de Toledo, habiendo variado el número de sus puntas entre seis y ocho durante los siglos. Asimismo está la historia legendaria de que, el seis de enero de mil ciento setenta y siete cuando el rey Alfonso VIII asediaba la urbe para liberarla de los árabes, se apareció la virgen en forma de luminaria celeste. En verdad, sus reiterados paseos por el campamento de Alfonso VIII, y tras 2 reconocimientos, la transformarían en la patrona de la urbe, Nuestra Señora de la Luz, y en el nuevo escudo de Cuenca figuraría una estrella flotando sobre un cáliz.
Historia
Los primeros vestigios humanos de la provincia de Cuenca datan del Paleolítico Superior, en torno al noventa cero antes de Cristo Las primordiales tribus de la zona semeja que fueron en un comienzo los beribraces, que se dedicaban al pastoreo, y los arévacos, labradores, llegando entonces los olcades, de carácter indómito y guerrero, que tomaron el control de la mayoría de la presente provincia, y los lobetanos, pastores y labradores, que tenían su capital en Lobetum. Ya en temporada romana la serranía conquense, se vio envuelta en múltiples de las guerras celtiberas. Aunque en la provincia existieron 3 esenciales urbes romanas (Segóbriga, Ercávica y Valeria), la zona de la capital estuvo poquísimo poblada, habiéndose hallado solo vestigios de un pequeño asentamiento próximo al puente del Castellar.
El esquema poblacional romano se perpetuó a la llegada de las invasiones salvajes, si bien ya con un declive de los centros urbanos romanos. Es a lo largo de la siguiente invasión musulmana cuando aparece perseverancia de poblamiento en el emplazamiento actual de Cuenca. Si bien no está clara su fundación, ya existía en el año setecientos ochenta y cuatro la urbe de Q?nka o bien K?nka, favorecida por la base que establecieron los Banu Di-l-Nun, y también integrada en la cora de Santaver. La plaza fue medrando en relevancia y población, hasta el momento en que logró transformarse en capital de la cora. Sin embargo, al caer el califato de Córdoba en mil treinta y uno, quedó integrada en la Taifa de Toledo, sirviendo de puente para la conquista de los reinos de Valencia y Córdoba. A consecuencia de la derrota de Alfonso VI en Sagrajas, el rey hispalense Al-Mu’tamid aprovechó para apropiarse de Cuenca; mas, en mil noventa y uno, los almorávides atacaron Sevilla y el rey Al-Mutamid se vio obligado a solicitar ayuda al rey leonés. En mil ciento ocho, Cuenca pasó al control de los almorávides tras la batalla de Uclés.
Conforme la tradición, Alfonso VIII puso cerco a la urbe el día de la Epifanía de mil ciento setenta y siete y entró triunfante en Cuenca el veintiuno de septiembre del mismo año. La población se distribuyó en la urbe conforme con su religión: los musulmanes quedaron apartados a la zona del alcázar (actual plaza de Mangana), al paso que la aljama se estableció en torno a la presente calle de Zapaterías y el resto de la urbe se dividió en parroquias católicas. Una vez acabada la conquista, se formó un concejo y una sede episcopal y se realizó una campaña de repoblación, favorecida por el Fuero de Cuenca, que fue el prototipo de muchos de los siguientes fueros de Castilla, León, Aragón y Portugal. Alfonso X le concedió título de urbe en mil doscientos cincuenta y siete. A lo largo de los siglos XIV y XV se comenzó a configurar la parte baja de la urbe, apareciendo los distritos de San Antón y de Tiradores. En el marco de las disputas entre el rey Alfonso XI y Don Juan Manuel, Cuenca llegó a ser parte a lo largo de ciertos años del señorío de Villena, volviendo a pertenecer al rey cuando este le dio plena amnistía al señor de Villena. La urbe fue asediada múltiples veces por los aragoneses, mas jamás llegaron a tomarla.
Cuenca se transformó en un esencial vínculo económico a causa, sobre todo, de la producción textil y ganadera. El comercio de paños y la producción de alfombras trajo consigo una extensa industria de transformación de lanas, calculándose que la población de la urbe en el siglo XVI alcanzaría los quince habitantes, Cuenca se transformó a la cabeza del sistema judicial y se le concedió el voto en Cortes, al paso que la bonanza económica se tradujo en una irrefrenable actividad edificante. No obstante, la epidemia de peste de mil quinientos ochenta y ocho fue prólogo del declive que se prolongaría a lo largo de todo el siglo XVII. A la epidemia le prosiguió una larga sequía y múltiples plagas de langostas que hicieron descender drásticamente la población hasta solo mil quinientos habitantes en toda la urbe. De exactamente la misma forma, la subida del coste de la lana acarreó la decadencia de la trashumancia y, como consecuencia, el hundimiento de la pañería conquense. Si bien la economía se recobró poquito a poco, el siglo XVIII empezó con otra crisis que afectó en especial a la actividad textil y acarreó el cierre de la Casa de la Moneda y de los molinos de papel. A lo largo de la Guerra de Sucesión Cuenca se puso del lado de Felipe V, que compensó a la urbe agregando los títulos de «Fidelísima y Heroica» a los de «Muy Noble y Muy Leal» que ya ostentaba.
De los ochenta telares existentes en mil setecientos treinta y cinco, solo quedaban veintidos en mil setecientos sesenta y tres. El entonces arcediano y más tarde prelados, Antonio Palafox, decidió relanzar la industria textil, intento que resultó inútil dada la prohibición de Carlos IV de abrir talleres textiles, a fin de eludir la competencia con la Real Factoría de Entapices. A lo largo del siglo XIX se conformó la urbe actual, transformándose la calle Alfonso VIII en la primordial vía que comunicaba con la Plaza Mayor. No obstante, las agitaciones del periodo hicieron que la urbe se sostuviera en estado precario hasta bien entrado el siglo veinte. A lo largo de la Guerra de la Independencia la urbe resultó saqueada más de 9 veces, y la población dezmada. En mil ochocientos treinta y tres se transformó en la capital de la nueva provincia de Cuenca, mientras que empezaba la Primera Guerra Carlista, que se saldó solo con múltiples tentativas de ataque. La Segunda Guerra Carlista apenas tuvo ninguna influencia en la urbe, al tiempo que a lo largo de la Tercera fue saqueada un par de veces. El segundo ataque, en mil ochocientos setenta y cuatro, fue el más cruento de todos: ardió una gran parte de la urbe y la batalla de saldó con trescientos fallecidos, cuarenta de ellos civiles, y setecientos heridos. En mil ochocientos ochenta y tres llegó el tren desde Aranjuez, lo que unido a la instalación de unas pocas serrerías asistió a la restauración económica, superando los diez.000 habitantes en mil novecientos.
Si ya a fines del siglo XIX la parte alta de la urbe deja de ser el centro económico y social, desplazándose este a la calle Carretería (en la urbe nueva), este cambio se ve acentuado conforme avanza el siglo veinte. Se edifica el parque de San Julián sobre las viejas huertas del Huécar y aumentan en tamaño tanto este distrito como los de San Antón y de Tiradores. El dinamismo económico que se vivió a principios de siglo fomentó la aparición de ciertas industrias modernas y, por ende, de los movimientos obreros y socialistas en la urbe. El diecisiete de julio de mil novecientos treinta y uno, días tras proclamarse la Segunda República se formó el nuevo municipio. A lo largo de la Guerra Civil, Cuenca quedó del lado republicano. Los primeros días reinó el caos, produciéndose los mayores estropicios, entre ellos el saqueo del Palacio Episcopal y la catedral, donde se quemaron los restos de San Julián. Incluso de esta manera, y a pesar de los rigores de la guerra y los ocasionales ataques, Cuenca vivió bastante al lado de la guerra los años siguientes, siendo tomada por las tropas franquistas el veintinueve de marzo de mil novecientos treinta y nueve.